domingo, 20 de marzo de 2011

Fragmento de "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury


Montag alargó la mano y dio vuelta al conmutador del salón.

Las 3 mujeres se volvieron con lentitud Y miraron a Montag con no disimulada irritación, que fue convirtiéndose en desagrado.

-¿Cuándo creéis que va a estallar la guerra? -preguntó él-.

[…]

Las 3 mujeres se agitaron y miraron, nerviosas, las vacías paredes.

-No estoy preocupada -dijo Mrs. Phelps-. Dejo que sea Pete quien se preocupe. -Rió estridentemente-. Que sea el viejo Pete quien cargue con las preocupaciones. No yo. Yo no estoy preocupada.

[...]

-Dicen que siempre muere el marido de otra.

[…]

-No a causa de las guerras -dijo Mrs. Phelps- De todos modos, Pete y yo siempre hemos dicho que nada de lágrimas ni algo por el estilo. Es el 3er matrimonio de c/u de nosotros, y somos independientes. Seamos independientes, decimos siempre. Él me dijo: «Si me liquidan, tú sigue adelante y no llores. Cásate otra vez y no pienses en mí.»

-Ahora que recuerdo -dijo Mildred-. ¿visteis. anoche, en la televisión la aventura amorosa de cinco minutos de Clara Dove? Bueno, pues se refería a esa mujer que...

[…]

¿Cómo están sus hijos, Mrs. Phelps? –préguntó el.

-¡Sabe que no tengo ninguno! ¡Nadie en su juicio los tendría, bien lo sabe Dios! - exclamó Mrs. Phelps, no muy segura de por qué estaba furiosa contra aquel hombre-.

-Yo no afirmaría tal cosa -dijo Mrs. Bowles-. He tenido 2 hijos mediante una cesárea. No objeto pasar tantas molestias por un bebé. El mundo ha de reproducirse, la raza ha de seguir adelante. Además hay veces en que salen igualitos a ti, y eso resulta agradable. Con dos cesáreas, estuve lista. Sí, señor. ¡Oh! El doctor dijo que las cesáreas no son imprescindibles, tenía buenas caderas, que todo iría normalmente, yo insistí.

-Con cesárea o sin ella, los niños resultan ruinosos. Estás completamente loca- dijo Mrs. Phelps.

-Tengo a los niños en la escuela nueve días de cada diez. Me entiendo con ellos cuando vienen a casa tres días al mes. No es completamente insoportable. Los pongo en el «salón» y conecto el televisor. Es como lavar ropa; meto la colada en la máquina y cierro la tapadera. -Mrs. Bowles rió entre dientes-. Son tan capaces de besarme como de pegarme una patada. ¡Gracias a Dios, yo también sé pegarlas!

Las mujeres rieron sonoramente.

[…]

-íHablemos de política, así Guy estará contento!

-Me parece estupendo -dijo Mrs. Bowles- Voté en las últimas elecciones, como todo el mundo, y lo hice por el presidente Noble. Creo que es uno de los hombres más atractivos que han llegado a la presidencia.

-Pero, ¿qué me decís del hombre que presentaron frente a él?

-No era gran cosa, ¿verdad? Pequeñajo y tímido. No iba muy bien afeitado y apenas si sabía peinarse.

-¿Qué idea tuvieron los «Outs» para presentarlo? No es posible contender con un hombre tan bajito contra otro tan alto. Además, tartamudeaba. La mitad del tiempo no entendí lo que decía. Y no podía entender las palabras que oía.

-También estaba gordo y no intentaba disimularlo con su modo de vestir. No es extraño que la masa votara por Winston Noble. Incluso los hombres ayudaron. Comparad a Winston Noble con Hubber Hoag durante diez segundos, y ya casi pueden adivinarse los resultados.

-¡Maldita sea! -gritó Montag-. ¿Qué saben ustedes de Hoag y de Noble?

-¡Caramba! No hace ni seis meses estuvieron en esa mismísima pared. Uno de ellos se rascaba incesantemente la nariz. Me ponía muy nerviosa.

-Bueno, Mr. Montag -dijo Mrs. Phelps-, ¿Quería que votásemos por un hombre así?

-Será mejor que te apartes de la puerta, Guy, y no nos pongas nerviosas.

Pero Montag se marchó y regresó al instante con un libro en la mano.

-íGuy!

-¡Maldito sea todo, maldito sea todo, maldito sea!

-¿Qué tienes ahí? ¿No es un libro? Creía que, ahora, toda la enseñanza especial se hacía mediante películas- -Mrs. Phelps parpadeó-. ¿Está estudiando la teoría de los bomberos?

-¡Al diablo la teoría! -dijo Montag-. Esto es poesía.

[…]

-En cuanto a la poesía, la detesto -dijo Mrs. Bowles-.

-¿Ha leído alguna?

[…]

-¿Por qué no nos lee usted uno de esos poemas de su librito? -propuso Mrs. Phelps-. Creo que sería muy interesante.

-¡Eso no está bien! -gimió Mrs. Bowles-. No podemos hacerlo.

-Bueno, mira a Mr. Montag, él lo desea, se nota. Y si escuchamos atentamente, Mr. Montag estará contento y, luego, quizá podamos dedicarnos a otra cosa.

[…]

Mildred anticipó esto con voz temblorosa.

-Amigas, una vez al año, cada bombero está autorizado para llevarse a casa un libro de los viejos tiempos, a fin de demostrar a su familia cuán absurdo era todo, cuán nervioso puede poner a uno esas cosas, cuán demente. La sorpresa que Guy nos reserva para esta noche es leeros una muestra que revela lo embrolladas que están las cosas. Así pues, ninguna de nosotras tendrá que preocuparse nunca más acerca de esa basura, ¿no es verdad?

[…]

-¡Dame! Lee éste. No, ya lo cojo yo. Aquí está ese verdaderamente divertido que has leído en voz alta hace un rato. Amigas, no entenderéis ni una palabra. Sólo dice despropósitos. Adelante, Guy, es en esta página. Montag miró la página abierta.

[…]

"El Mar es Fe
Estuvo una vez lleno, envolviendo la tierra.
Yacía como los pliegues de un brillante manto dorado
Pero, ahora, sólo escucho
Su retumbar melancólico, prolongado, lejano,
[…]
Sin tener en realidad ni alegría, ni amor, ni luz,
Ni certidumbre, ni sosiego, ni ayuda en el dolor;
Y aquí estamos nosotros como en lóbrega llanura,
Agitados por confusos temores de lucha y de huida
Donde ignorantes ejércitos se enfrentan cada noche."

Mrs. Phelps estaba llorando.

[…]

El propio Montag estaba sorprendido Y emocionado.

-Vamos vamos -dijo Mildred-. Estás bien, Clara, deja de llorar. Clara, ¿qué ocurre?

- Yo... yo -sollozó Mrs. Phelps-. No lo sé, no lo sé, es que no lo sé. ¡Oh, no... Mrs. Bowles se levantó y miró, furiosa, a Montag.

-¿Lo ve? Lo sabía, eso era lo que quería demostrar. Sabía que había de ocurrir. Siempre lo he dicho, poesía y lágrimas, poesía y suicidio y llanto y sentimientos terribles, poesía y enfermedad. ¡Cuánta basura! Ahora acabo de comprenderlo. ¡Es usted muy malo, Mr. Montag, es usted muy malo!

[…]

-Tontas palabras, tontas y horribles palabras, que acaban por herir -dijo Mrs. Bowles-. ¿Por qué querrá la gente herir al prójimo? Como si no hubiera suficiente maldad en el mundo, hay que preocupar a la gente con material de este estilo.

-Clara, vamos, Clara -suplicó Mildred, tirando de un brazo de su amiga-. Vamos, mostrémonos alegres, conecta ahora la «familia», Adelante. Riamos y seamos felices. Vamos deja de llorar estamos celebrando una reunión.

-No -dijo Mrs. Bowles-. Me marcho directamente a casa. Cuando quieras visitar mi casa y mi «familia», magnífico. ¡Pero no volveré a poner los pies en esta absurda casa!

-Váyase a casa. -Montag fijó los ojos en ella, serenamente-. Váyase a casa y piense en su primer marido divorciado, en su segundo marido muerto en un reactor Y en su tercer esposo destrozándose el cerebro. Váyase a casa y piense en eso, y en su maldita cesárea también, y en sus hijos, que la odian profundamente, Váyanse a casa y piensen en cómo ha sucedido todo, en si han hecho alguna vez algo para impedirlo ¡A casa, a casa! -vociferó Montag-.


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